Entrevista narrada entre libros
Lunes 13 de febrero del 2016.
Destino: Cra. 14a #70a-69
Hora: 2pm
El sol en su punto máximo. Sed. La necesidad urgente de una bebida, un corto viaje en Transmilenio y unas cuantas cuadras a pie, me llevarían al lugar que tanto esperaba. Un letrero de color amarillo y de un tamaño considerable ¿Qué decía?, Alejandría librería y distribuidora limitada.
Frente a mí, una casa de tres pisos, fachada blanca, un antejardín acogedor, cinco mesas al aire libre y un letrero con los servicios ofrecidos en aquel lugar (milo, tinto, café en leche, agua aromática, productos de paquete, dulces, etc.). Decidí entrar al recinto, y al hacerlo me encontré con estantes llenos con una gran cantidad de libros, otras cinco mesas y el punto de venta de los servicios antes mencionados. A mano derecha, encuentro unas escaleras, al subir descubro otra gran cantidad de estantes, sin embargo, el segundo piso parecía otra librería, tenía su encanto propio, y una decoración clásica y elegante.
Luego de recorrer el segundo piso, di con otras escaleras, las cuales conducían a un tercer nivel, aún más elegante, pero con una pequeña diferencia, aquí no había libros, era una especie de sitio de reunión, de charla, un lugar para compartir conocimiento. Al adentrarme en este piso, un hombre de más o menos 40 años, contextura delgada y cabello negro, me recibe, y luego de contarle mi propósito en aquel lugar, dispone de un par de asientos y comenzamos a charlar.
Jorge Chivatá, ese era el nombre del personaje al cual entrevistaba, además de ser el dueño de la librería. Inicié preguntándole la historia de la misma y él, con un peculiar “gallito” en algunas de sus palabras y cierta nostalgia, inicia la historia. La librería Alejandría ya lleva 27 años, hubo una sede en la setenta y dos con 14, esa fue la que más tiempo duró, 27 años alcanzó a durar Hay una Alejandría en este momento en la calle 18 con sexta, lleva 15 años y está donde estamos que ya lleva ocho años.
Tras su brevedad frente a la trayectoria de la librería, decidí preguntarle acerca de la sede donde nos encontrábamos (¿Qué servicios ofrecen?,¿Qué tienen de innovador frente a la otra sede?, ¿Cuál es el número de empleados y que profesión tienen?), Jorge, de inmediato respondió: tenemos dos empleados, sin incluirme. Frente a las profesiones, en mi caso, tengo formación en filosofía y letras, y las otras personas creo que solo tienen su formación secundaria. En cuanto a los servicios, claramente vendemos libros, en su gran mayoría de carácter literario y académico, manejamos muy pocas revistas y no vendemos comics, además de eso, innovamos con la idea del punto de café, con las conferencias, hemos tenido talleres de poesía, de pintura, trabajamos con la liga latinoamericana de artistas y hemos tenido exhibición de obras de arte, además hemos tenido lanzamientos de libros de muchos escritores.
Luego, me interesó averiguarle por el tipo de cliente que iba a su librería, el promedio de los mismos y el promedio de duración de la visita a la librería. Él, con toda seguridad respondió: la librería se especializó en humanidades desde que nació, así que tenemos la visita constante de muchos docentes, el promedio de visitantes es relativo, hay días en que es concurrido como hay días que no y por eso mismo se generó la idea del punto de café, ya que si no se vendían libros, podíamos vender otra cosa, y la verdad, ha funcionado bien, y ha traído otra línea de clientes que no necesariamente son docentes, dándonos la posibilidad de generar dinámica en el negocio. En cuanto a la duración de la visita, he hecho el ejercicio con un cronometro en mano… digamos, hace ocho años, cuando no había punto de café, ni mucho espacio para ver, la visita podía durar entre 10 a 15 minutos, ahora, que tenemos el punto de café, dos pisos, 12900 ítems, wifi, la visita puede durar horas. Hay personas que vienen a lo puntual, pero el que no tiene afán, puede durar horas, inclusive tenemos música clásica para generar un ambiente tranquilo, charlar, compartir, enamorarse.
Cuando terminó de responder, le pregunté por el promedio de ventas en su librería y su actitud se tornó extraña, manifestándome que esa información era confidencial y por políticas no la compartía, sin embargo, decía que venden muy bien y que no les va nada mal para ser una librería de barrio, sostiene que la idea de negocio se centra en venderle a universidades y colegios que son sus clientes potenciales, además, sin siquiera preguntarle, me comentó que tienen alrededor de 50 proveedores activos, entre ellos planeta, siglo del hombre y penguin.
Finalmente le pregunté por el tipo de publicidad que manejaban y si su prioridad era mantener a los mismos clientes o atrapar clientes nuevos. Jorge respondió: Dicen que el sueño de todo negocio es aumentar la clientela y finalmente creo que en el caso de esta librería es mantenerlos, sería interesante que llegaran clientes nuevos, que nos enseñen, ya que los clientes nos dan muy buenas lecciones, pero la prioridad es mantener a los que son fieles. En cuanto a la publicidad, usamos lo básico, separadores de libros con nuestros datos, tarjetas, una vez pagamos publicidad en las páginas amarillas, tenemos un Facebook, mmm… nos hemos inscrito con algunos de los distribuidores de libros, básicamente eso. No usamos una publicidad ostentosa ya que no pensamos en una competencia, somos una librería especializada y como nosotros ya no quedan muchas librerías.
Satisfecho con la respuesta, creí que ya había concluido, pero recordé una pregunta muy importante y le dije, ¿Usted considera que la librería es un proyecto de comunicación?
Si- respondió-, y aparte de ser un proyecto de comunicación, es un proyecto de construcción de personas, nosotros tenemos un proyecto hace 7 años y se llama abónale a tu conocimiento, es la posibilidad de que nuestros clientes paguen sus libros por abonos y puedan leerlos en la librería mientras lo pagan, y cuando los terminen de pagar, pueden llevarlos a su casa. Lo que se busca finalmente es que leamos, que aprendamos, la educación está cambiando, cada vez es más rápida, pero más liviana, no hay compresión, no hay historia… entonces buscamos que la gente, a través del libro, crezca, creo que ahí estamos hablando de un proyecto de comunicación. Considero que no sabemos comunicarnos por eso hay desacuerdos, violencia… no exigimos lo que nos corresponde, entonces creo que la librería es una parte importante como proyecto comunicativo.
Finalmente, me levanté de mi asiento, agradecí por el tiempo para responder mis preguntas, y continuando con la charla, pero menos formal, Jorge me acompañó a la entrada, me ofreció un vaso de agua y con amabilidad me dijo que esperaba pronto una nueva visita.