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Cuando lo “light” también afecta al cerebro

Aprovechando que en Bogotá se está celebrando la Feria del Libro, y que he logrado ver un panorama de los contenidos presentes en esta edición, he podido observar un fenómeno que cada vez se hace más grande. Estamos en una época, en la cual podemos vivir todo el esplendor del boom de la literatura juvenil. Un boom muy diferente a cualquier otro. Si bien es cierto, en otros momentos de la historia, podemos ver cambios en los genes literarios, corrientes artísticas, o cambios positivos en la sociedad. Pero el problema aquí, es que este fenómeno se sale de lo que podríamos llamar algo positivo, y entra a la categoría del caos. Las lecturas light son uno de los focos centrales en los problemas de la sociedad; principalmente, porque no comprenden un análisis fuerte por parte del enunciatario, y los hechos narrados ya no se enfocan en convertirse en clásicos, sino que pretenden ser vendidos y leídos a la mayor parte de la población posible, limitando así, la futura comprensión de textos académicos o de carácter informativo.

Estamos hablando de lecturas imposibles de clasificar dentro de los clásicos de Borges o Proust, puesto que las obras como Crepúsculo de Stephenie Meyer, o Bajo la misma estrella de John Green, no plantean problemas capaces de probar nuestra inteligencia, ejercitar nuestro raciocinio, o como mínimo, “enseñarnos a leer”. Hay que recordar, que leer es el poder situarnos frente a un texto escrito y lograr decodificar el mensaje que nos trae el autor, siendo un proceso visual y mental, conllevando a la interpretación del contenido, su respectivo análisis, y una posterior reflexión y exteriorización del mismo tema de la obra. Es la capacidad de hacer relaciones intertextuales e intratextuales, además de poder crear argumentos que soporten al autor, o contra argumenten sus propuestas. Sin embargo, las lecturas light son tan reducidas en raciocinio, que no ofrecen nada de esto.

Tampoco podemos ser tan duros con los autores. Necesitan alguna fuente de ingresos, y han tomado riendas en el asunto.Si bien es cierto que tienen parte de la culpa, solo un tercio ha de ser de ellos. El marketing y la sociedad que ha de consumir estos escritos, también pueden ser señalados en este caso. Empezando por el marketing, puesto que como dice el docente de la Uiversidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) Ricardo Álvarez, “La literatura es un fenómeno del mercado, puesto que es el que tiene más peso, sobre pasando las instituciones y academias, puesto que el lector promedio busca experiencias más interesantes que las de la vida real”. El propósito, del mercado es vender entretenimiento, y entre más personas se vean envueltas en este fenómeno, mejor. ¿Y cómo lo hacen? Fácil: promoviendo la pereza mental, y dándonos todo de manera explícita, haciendo que la verdadera magia de los libros quede a un lado, ya que este se vería limitado al interpretar la historia, perdiendo el poder que tiene el lector al transferir sus propias experiencias y pensamientos al relato en cuestión.

Es triste -además de preocupante- ver, como la novela Es el chivo expiatorio de este auge, siendo un género que se ha visto afectado por esta cultura ligera. Una tendencia que , como dice Vargas Llosa: “nos hace ser pasivos. La lectura light apaga la sed de dejar huella, y nos puede cancelar completamente la sensibilidad para gozar de un tipo de teatro de un gran refinamiento”. Y he ahí el punto. Perdimos la sensibilidad. La sed del conocimiento; de ir por lo difícil. Nuestra sociedad está cambiando, y no necesariamente para bien. El que pase el tiempo no significa siempre evolución; y en este caso, podríamos hablar de un retroceso sobre el mismo. Involución. Dada desde la parte académica, llevándola hasta lo social. ¿Estaríamos creando una sociedad ignorante, qué sólo se queda en aspectos básicos y superficiales?

Además, esto no sólo afecta el progreso intelectual de los jóvenes. También obstaculiza la producción y venta de textos que pretenden crear una lógica interna para enseñar, criticar, analizar, debatir y proponer. Libros que se ven afectados, pues al no ser vendidos, dejan de ser rentables para el productor. Tal vez la lectura light haya desplazado a las lecturas académicas, gracias a la complejidad de su vocabulario, ya que es denso, o difícil de digerir; y como en esta sociedad tan globalizada buscamos tener todo de manera rápida y concreta, así mismo pretendemos que nuestro conocimiento llegue. Demandamos respuestas cortas, rechazando las construcciones complejas de nuevas ideas.

Con todo esto, podemos ver los efectos de una lectura ligera dentro de la sociedad, limitando el desarrollo intelectual de quienes construirán nuestro futuro. Limitando futuros desarrollos temáticos. ¿Qué pasará con los textos densos y fuertes? ¿Qué pasará con las ganas de investigar y conocer nuevas cosas? No podemos limitarnos a lo explícito. Es nuestro deber indagar, interpretar y exteriorizar lo que aprendemos y conocemos. Crear teorías, resolver preguntas. Ir más allá de lo que ya está dicho. Pero esto parte desde la comprensión lectora, desde una muy temprana edad. El problema es, que no podremos hacerlo, si seguimos con la moda light en todo lo que hacemos. No podremos hacerlo, si dejamos que lo light, afecte al cerebro.

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