"El arte se lee"
Sobre la carrera séptima con calle 70, en la caótica ciudad de Bogotá, se encuentra un pequeño espacio donde el silencio reina, y la tranquilidad te abraza, alejándote de todos tus problemas, y regalándote una dosis de paz, con algunos toques de cultura y conocimiento. El local es pequeño, pero acogedor. Cada una de sus cuatro paredes está llena de emociones, materializadas en contadas hojas de papel. Al entrar, te encontrarás con miles de libros, tabloides con eventos, música clásica envolvente, y en el fondo, una pequeña cabeza rubia que se asoma entre tantas obras de arte.
Con una gran sonrisa, Adriana Laganis, está sentada tras un escritorio, a la espera de un nuevo cliente, o como ella los llama: “un nuevo lector”.
Para Adriana, la librería deja de ser un espacio en donde solo se lleva a cabo la compra y venta de libros, discos compactos, o piezas de artes plásticas. Esas no son más que formalidades. “La verdadera esencia de la librería, es la armonía que se crea entre el cliente y la obra, y la mística que se experimenta, al encontrar el libro que logra llenar tu alma. Además, también consiste en la relación que se establece entre el librero, y el nuevo cliente que se avecina. Es un arte, que consiste en entregarle al lector un nuevo mundo.” Su librería tiene un enfoque humanístico, que busca abrir la mente de quienes la visitan, y expandir la limitada visión del mundo, que tienen los jóvenes hoy en día. En especial, busca romper aquella ceguera provocada por la digitalización, y el consumo excesivo de las famosas lecturas light. “Antes de poner un libro en la vitrina, lo leo y califico. No te exhibiré una obra que se escriba sólo por dinero, y que busque llamar la atención, gracias a su trama sencilla y sin algún trasfondo. Además, la experiencia de tomar un libro en tus manos, y adentrarte en él, desde su olor, hasta su contenido intelectual, es algo que no tiene precio. Te vuelves uno solo con la obra. Por eso, No vendo los famosos e-books o libros en línea. Simplemente no es mi estilo. Prefiero el olor del papel.” Y esto es algo que también llama la atención. El ser librero, implica hacer parte de una comunidad, a la que atienden y se esmeran por seducir y sorprender con los libros que se ofrecen. Según ella, todo esto es conocimiento, es la historia del hombre.
Así pues, las librerías son algo más que meros almacenes donde haces un ejercicio de compra-venta, ¿Por qué? Porque el libro es un trabajo de estudio. Es el escribir, el imprimir, el editar, que son una serie de oficios vitales para la producción de un libro, exista o no exista lo digital. Lo digital esta bien, sin embargo, es para un uso distinto. Por esto, cuando una persona entra a una librería tiene que salir con un mínimo de información, es decir, un librero no debería dejar a un sujeto atravesar la puerta de salida, sin haber aprendido algo nuevo. Este punto es interesante ya que Adriana se detiene a explicar un punto que nos hace daño y nos agrede como personas: la ignorancia. Afirma que todos estamos vacíos desde la formación, con dinero, sin dinero, en la universidad, sin la universidad; todos estamos llenos de vacíos porque nuestra historia no nos ha permitido tener una formación cultural distinta, la cuál puede ser encontrada en espacios tales como la librería.
“Sólo se necesita querer saber”, y alrededor de eso la librería se vuelve una herramienta para acceder a ese conocimiento, acompañando el proceso formativo de las personas en solitario. Si bien es cierto, la demanda es alta ,pero seleccionada. Jóvenes y adultos, son quienes más frecuentan, y logran que se mantenga viva la emoción de leer un libro. “Las cifras nunca son exactas”, dice Adriana. A la semana, pueden llegar hasta 70 personas, como pueden llegar sólo 30. Sin embargo, la librería vive gracias a aquellos que saben que leer es una arte, y que el mejor sitio para hacerlo, es aquel en donde tienes un espacio para encontrar lo que gustes, gracias a la persona indicada. “Cuando ofreces un libro, buscas ofrecer toda un experiencia. Buscas que el nuevo lector vuelva, con ganas de más. Ese es mi oficio. Engancharlos al conocimiento es mi deber, y brindarles toda la información que necesiten, y brindarles las herramientas necesarias para que se enamoren del arte de leer.”
Muchos creen que vender un libro es fácil. Y puede que desde lo comercial sí. Solo lo tomas de la estantería, ellos lo registran, y listo. Mas eso va en contra de los principios de Adriana. “Cuando te entregan un libro con el plástico, y no te saben orientar, ¿Qué es lo que puedes esperar? Es tan impersonal, que te da fastidio hasta tocarlo. Necesitas que te guíen, y que te enseñen un mundo nuevo. Necesitas de alguien que te enseñe el arte de leer.”