Porque los “criollos” también convivimos… a nuestra manera
Comencemos citando un fragmento de nuestro querido Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres:
“Siempre que una persona canta, toca o hace cualquier otra cosa con el objeto de agradar a la sociedad, es una imperdonable incivilidad el conversar, aun cuando se haga en voz baja”. (Carreño. 1853. P.61)
Fijémonos en la norma de urbanidad que el Señor Carreño nos propone y que se considera como buena costumbre, un excelente comportamiento en la sociedad, con el fin de generar sana convivencia entre los ciudadanos y hacer de cada individuo una persona íntegra; sin embargo, como buenos patriotas, y por ejemplo, en lo que al fútbol respecta, la convivencia y el respeto por la norma es algo que no se nos da muy bien.
La idea de no conversar durante la interpretación musical de una persona, resulta ser imposible; la ley criolla nos obliga a comentar qué tan bien o mal canta, o cómo toca ese instrumento; inclusive, permite que comentemos cuánto nos fastidia la música que nos ofrece. ¡Es más!, ignoramos también nuestras lecciones de Carreño que simplemente hablamos de otra cosa y menospreciamos a la persona que está frente a nosotros.
Clásico… nos encanta hacer nuestra propia versión de todo lo que nos enseñan. Nos fascina convivir; eso sí, somos muy sociables: el tintico, el chocolatico y la cervecita jamás dejarán de hacer parte de nuestra cultura, donde los abrazos de año nuevo son costumbre y los puños y groserías demuestran quién es más hombre, qué equipo es el mejor o de quién es el territorio.
La convivencia, ese valor de coexistir pacíficamente todos los días, nos está quedando grande; o mejor dicho, solo ha quedado para los discursos de políticos, las reuniones de padres y las falsas conciliaciones legales. Y todavía nuestros “líderes” quieren hablar de la seguridad ciudadana. ¡Es cierto!, hacemos todo a nuestra manera, no aprendimos bien de Carreño, tampoco sabemos convivir; estamos guiados por la ley criolla, donde el estado y la ciudadanía no cooperan, y la mayor lección de vida es ser “vivo” y vivir del bobo; donde la tolerancia es mínima y las personas solo piensan en dinero; donde los medios de comunicación nos hacen insensibles y donde indiscutiblemente debemos reflexionar y asumir un cambio, poco a poco, para lograr convivir sanamente como mejores colombianos.