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Un viaje al pasado

Martes 27 de febrero.

11:00 am

Día soleado, aunque no estoy seguro de que el término “soleado” sea el correcto. Era de esos días en los que el clima bipolar de Bogotá me sorprende. Un día donde no se sabe si el sol de la capital es más ardiente que el de la región caribe.

Me encontraba en uno de esos recorridos sin propósito, en los que solo dejo que mis pasos y el dinero que cargo en mi bolsillo me lleven a alguna parte. Al final, resulté en una cuadra muy peculiar, ubicada en la carrera novena entre las calles 60 y 63.

Decidí recorrerla dos veces, de punta a punta. Durante el recorrido de regreso me detuve en un lugar central. Frente a mí había un objeto que se robaba mi atención... una bomba de gasolina, de esas antiguas, pintada con un rojo fosforescente, atractiva a la vista del que la encuentre.

Me acerqué al lugar, interesado en lo que había acabado de ver. Un hombre de aproximadamente cuarenta años, de cabello oscuro y alto, me observaba. Entré a la tienda en la cual había encontrado dicho objeto. Antigüedades el dorado es el nombre del establecimiento.

El hombre que me estaba observando se encontraba dentro de la tienda, decidí acercarme y preguntarle su nombre, y le advertí de que posteriormente le haría unas cuantas preguntas para saciar mis deseos de curiosear.

Mi nombre es Nicolás Carvajal - dijo el señor - Soy el propietario y administrador de este lugar-. ¿Hace cuánto tiempo existe este sitio? - pregunté -. Nicolás me contó que sus padres iniciaron con el negocio de las antigüedades hace cuarenta años aproximadamente. Ellos llegaron de Manizales con cierto gusto por los objetos antiguos y poco a poco se fueron estableciendo.

El negocio familiar comenzó en La Candelaria, diez años después se trasladó al barrio Chapinero (en la carrera 11 con 66) y actualmente se ubica en la carrera novena con 61 en donde llevan alrededor de unos 25 años. Interesado por la historia del negocio de las antigüedades decidí ir más profundo, preguntándole por alguna anécdota o recuerdo que tuviera de su infancia en el trabajo de sus padres.

Él, con nostalgia, me respondió: “desde muy pequeño los acompañaba en su trabajo. Me encantaba pasar mis días rodeado de artículos viejos. Lo que más me gustaba de estar en el trabajo de mis padres era conocer la historia de cada artículo y saber de qué país procedía. Además, empecé a entender la importancia de cuidar todo lo que me regalaban, ya que en mis padres veía reflejado el valor de proteger cada uno de los artículos que poseían”.

Sería de mal gusto decir que le concedí toda mi atención a Nicolás en su momento de melancolía, pero es que la verdad estaba hechizado con las cosas del lugar; cosas por aquí, cosas por allá…. cada objeto tenía su propio encanto. Así que sin dudarlo le pedí me hablara de algunos que me llamaron la atención.

Aquí tenemos cuadros que datan de finales del S. XVIII - me decía- , radios RCA Víctor de los años cincuenta, tocadiscos, pipas, mesas, sillas y otra cantidad de objetos que tienen bastante edad. ¿Cómo consigue todo esto? – le pregunté -. Nicolás me comentó que a diario la gente llega al local a ofrecerle artículos, además él cuenta con proveedores. La mayoría de la gente que viene y vende sus artículos lo hace porque se va del país o va cambiar de casa o – dice entre risas- porque quieren salir de las cosas viejas de un familiar fallecido.

Además, decidió agregar a su respuesta que los tipos de clientes en su anticuario eran variados. Me decía que inicialmente solo iba gente adulta, pero que ahora con la moda vintage, los jóvenes se han acercado más al mundo de la búsqueda de objetos antiguos. Los buscan para fiestas, decoración o para encontrar escenografía con el fin de grabar películas de época.

No sé lo que ocurrió después pero no pensé que se reiría tanto cuando le pregunté por la cantidad de objetos que tiene su anticuario. Mientras nos reíamos de mi pregunta “cómica” lo único que me dijo fue: la verdad no he hecho inventario, pero por el tamaño de la casa puedo asegurarle que son bastantes.

Después de que la risa se apagara, Nicolás me dio unos cuantos datos muy interesantes. El primero es que en la calle donde está ubicado su negocio hay aproximadamente diecinueve anticuarios (entre esos el suyo) y que en ninguna parte del país es posible encontrar un lugar así. El segundo es que los dueños de los anticuarios de esa cuadra están buscando la forma de que se le asigne nombre a la calle, esta quedaría como la calle A (de anticuarios). Para él sería un logro muy importante ya que entre los anticuarios hay objetos que reflejan la historia de nuestro país. El tercero, es que existe una asociación de anticuarios, la cual hace dos ferias en el año con el fin de que las personas conozcan que es un anticuario y donde pueden encontrarlos. Las ferias tienen lugar en el claustro, cerca a la iglesia de Usaquén, en los meses de marzo y octubre.

Para terminar mi visita y quedar satisfecho ante mis numerosas dudas le hice una última pregunta: ¿Qué dificultades tiene trabajar en el negocio de los anticuarios? La dificultad principal – me dice- es que los artículos no se venden todos los días. Aquí uno puede pasar una semana sin vender nada; además, es complicado elegir los artículos que se compran ya que es muy importante conocer su procedencia, sus “antecedentes” y también porque actualmente es casi imposible no toparse con imitaciones chinas de mala calidad, las cuales hacen competencia y despistan al cliente.

Antes de irme, le agradecí a Nicolás por su tiempo, él, muy amablemente, me entregó su tarjeta y me permitió tomar unas cuantas fotografías.

Creo que lo mejor de aquel día fue encontrar esa cuadra; un espacio urbano dedicado a los objetos antiguos. Uno no se alcanza a imaginar la cantidad de cosas que puede encontrar allí, y lo mejor de todo es que cada objeto tiene su historia, tiene algo por contar, una historia pasada, presente y tal vez futura.

Lo mejor sería reflexionar qué tanto valor le damos a las cosas que tenemos, a las que nos heredan nuestros padres, nuestros abuelos e inclusive un extraño. Yo creo que lo antiguo tiene su encanto, su magia, ese algo que no deja que algunos lo olvidemos…

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