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Detrás de la Luna

Esta es la historia que se dio a conocer gracias a un ángel de cuatro patas.

Esta es la historia de una familia que se dio a conocer gracias a un ángel de cuatro patas.

Fue suficiente con verla para que ella se enamorara. Sin dudarlo ni un segundo, se acercó se arrodilló frente a ella para consentirla. Inmediatamente su voz se transformó en algo que solo los ángeles de cuatro patas lograban generar en ella. Por su parte, la perrita la miraba con unos ojos tan negros como la noche y cuya profundidad era tan fría como la del océano. Parecía tener miedo, su rabo estaba entre las patas y por poco temblaba. De repente, surgió una voz femenina que dijo “llévesela, llévesela, está en adopción. En la casa mi hijo le pega y no la podemos alimentar bien, de hecho hay días en los que no come.” Era la dueña de la perrita; una señora llamada Mongui del Carmen, cuya de piel morena y cabello largo de color negro la hacía parecer a la abuelita de Pocahontas. Se ganaba la vida con un puesto ambulante de medias y cactus, cuyas ganancias empleaba para la subsistencia de la niña y el niño que la acompañaban: sus nietos.

Al escuchar a la señora Mongui, el corazón de la joven se arrugó como una uva pasa y sintió como si una flecha lo hubiera atravesado justo por toda la mitad. Pensó en sus padres; sabía que en casa no podrían tener otro perro, por lo menos no por mucho tiempo, pues ya tenían uno blanco al cual habían bautizado como Crespo. No obstante, sin dudarlo un segundo más, ella tomó la perrita en sus brazos, completamente decidida a ayudarla. De repente Camila, la nieta de Mongui arrebató a la perrita de los brazos de la joven, y con lágrimas recorriendo sus mejillas suplicaba que no se la llevaran, pues le tenía mucho cariño.

En medio de la escena, la abuela le ordenó a la niña que se la entregara, pues estaría mejor. La joven soñaba con ayudar la mayor cantidad posible de perritos abandonados en la calle, pero eso era simplemente imposible, pues no podía contar con el dinero de sus padres para esa misión. En esta oscura y fría noche de febrero, ella alejó todas las dudas de su mente y se fue en un bus con la pequeña perrita Luna.

Al llegar a casa ocurrió lo esperado; sus padres sorprendidos no sabían qué hacer con la perrita y le advirtieron que tendría dos días para encontrarle un hogar, pues no se podría quedar con ellos por el gasto económico que ello implicaba. Así, la joven emprendió la tarea de publicar fotos de la creatura en redes sociales, con la esperanza de que apareciera algún posible adoptante en las próximas horas.

Amaneció, y con la luz del sol aparecieron alrededor de cuatro adoptantes para Luna, ahora solo faltaba que se decidieran a llevarla a casa realmente. Al cabo de unos minutos, ninguno de los adoptantes estaba interesado, ya fuera porque no podían recogerla en dos días o simplemente porque quedaron de confirmar. Ya el segundo día en casa transcurría y la joven no sabía qué más hacer por Luna. Al día siguiente, ella no estaría en casa durante todo el día, pero afortunadamente contaba con su madre para que se hiciera cargo de la perrita, o al menos eso creía. La noche del segundo día, la madre entró a la habitación en la que se encontraba Luna, ella la trató de agarrar y la perrita intentó morderla. Fue en ese instante que la joven sintió que debía devolverla y seguir buscándole un hogar, pero sin hospedarla.

Sin pensarlo dos veces, la madre y la joven tomaron a Luna en brazos y se montaron en un taxi para dirigirse hacia donde Mongui del Carmen. Fue un trayecto de 45 minutos y al llegar la señora y sus nietos se llenaron de felicidad al ver a su amada Luna. La historia de vida de Luna no es la única conmovedora; al devolverla la joven y la familia de Mongui conversaron y ella compartió su historia. Venía de Cúcuta y se trajo a su nieta Camila de 12 años primero, y unos meses después fue por Camilo, de 9. “Él se la pasaba en las calles porque no tenemos dinero para que estudie, así que preferí traérmelo para Bogotá, así por lo menos me acompaña y yo puedo estar pendiente de él.” Ellos acompañan a Mongui de lunes a viernes, desde las 3:00pm hasta las 9:00pm en la calle 45 con Caracas, mientras la abuelita está pendiente del negocio y consigue dinero para sus nietos. Bajo el sol o bajo la lluvia, todas las tardes van sin falta a vender las medias y los cactus.

“Camila tiene esquizofrenia y no tenemos dinero para los medicamentos, afortunadamente no le han vuelto a dar ataques, porque eso así es muy complicado.”

En un momento de la historia, la joven ya no comprendía más lo que aquella familia compartía con ella, todo sonaba como un eco y en su mente solo había admiración y arrepentimiento, pues ella solo pensó en Luna, pero jamás en la familia detrás de ella.

Por fortuna, los caminos de la vida la llevaron a encontrarse con estos personajes, a quienes ayudaría como pudiera y a Luna, a quien le consiguió un hogar al día siguiente. La nueva madre de Luna se llamaba como ella y al igual que Camila, estaba dispuesta a ofrecerle todo el amor que hay en su corazón.

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